En este 17 de mayo de nuestro Bicentenario, saludamos la iniciativa de nuestras Legisladoras por habilitar esta sesión especial, y aprovechamos la oportunidad para manifestar, desde la campaña de la Apostasía Colectiva "No en Mi Nombre", que la Iglesia Católica en particular, y todos los fundamentalismos religiosos en general, se han posicionado históricamente en contra de la diversidad sexual y de género. Las declaraciones de la Iglesia contra la igualdad de derechos se fundan en su tradicional política de opresión y control de los cuerpos y la denigración de todas aquellas manifestaciones de la vida sexual que no tengan como objetivo la procreación.
Esta invasión a la privacidad y a la intimidad se legitima por el altísimo número de personas que formalmente pertenecen a su rebaño. Cada castración de derechos se apoya en un argumento fundamentalista. Pero se legitima en la representatividad que confiere un 80 por ciento de personas bautizadas, muchísimas de ellas sin su consentimiento. Muchas de las cuales no practican, no creen, ni respetan las doctrinas homofóbicas, lesbofóbicas, transfóbicas, patriarcales y sexistas de la autoridad eclesiástica.
Sin embargo, insistimos, la legitimidad de sus constantes avasallamientos de derechos al colectivo GLTTBIQ está dada por la representatividad que constituye cada persona bautizada. Aunque esa haya sido su única relación con la institución. El sólo hecho de haber sido bautizada es prueba, para la Iglesia, de la pertenencia de esa persona a su rebaño, y por lo tanto, las autoridades eclesiásticas se constituyen en representante y única voz autorizada para hablar en nuestros nombres.
Cuando el Papa y sus ministros, obispos, curas, capellanes, párrocos, catequistas y etcéteras, se manifiestan contra los derechos de la colectividad GLTTBIQ, contra el libre ejercicio de la sexualidad, contra la distribución de preservativos, contra la Educación Sexual Integral, contra el aborto legal, seguro y gratuito, incitando la intolerancia hacia toda la diversidad mientras encubre gravísimos casos de abuso sexual, siempre lo hace en nombre de todas las personas bautizadas.
Por eso, invitamos a las personas bautizadas que se sienten ofendidas, discriminadas, insultadas y privadas de derechos por las manifestaciones de sus autoridades religiosas, a ejercer su derecho humano a la libertad de conciencia. Porque toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; y este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia. O el no tener ninguna.
A aquellas personas que ya no se sientan representadas por la Iglesia Católica, las invitamos a mandar sus cartas de renuncia, y las convocamos a una Apostasía Colectiva Latinoamericana el próximo 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos.
Esta invasión a la privacidad y a la intimidad se legitima por el altísimo número de personas que formalmente pertenecen a su rebaño. Cada castración de derechos se apoya en un argumento fundamentalista. Pero se legitima en la representatividad que confiere un 80 por ciento de personas bautizadas, muchísimas de ellas sin su consentimiento. Muchas de las cuales no practican, no creen, ni respetan las doctrinas homofóbicas, lesbofóbicas, transfóbicas, patriarcales y sexistas de la autoridad eclesiástica.
Sin embargo, insistimos, la legitimidad de sus constantes avasallamientos de derechos al colectivo GLTTBIQ está dada por la representatividad que constituye cada persona bautizada. Aunque esa haya sido su única relación con la institución. El sólo hecho de haber sido bautizada es prueba, para la Iglesia, de la pertenencia de esa persona a su rebaño, y por lo tanto, las autoridades eclesiásticas se constituyen en representante y única voz autorizada para hablar en nuestros nombres.
Cuando el Papa y sus ministros, obispos, curas, capellanes, párrocos, catequistas y etcéteras, se manifiestan contra los derechos de la colectividad GLTTBIQ, contra el libre ejercicio de la sexualidad, contra la distribución de preservativos, contra la Educación Sexual Integral, contra el aborto legal, seguro y gratuito, incitando la intolerancia hacia toda la diversidad mientras encubre gravísimos casos de abuso sexual, siempre lo hace en nombre de todas las personas bautizadas.
Por eso, invitamos a las personas bautizadas que se sienten ofendidas, discriminadas, insultadas y privadas de derechos por las manifestaciones de sus autoridades religiosas, a ejercer su derecho humano a la libertad de conciencia. Porque toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; y este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia. O el no tener ninguna.
A aquellas personas que ya no se sientan representadas por la Iglesia Católica, las invitamos a mandar sus cartas de renuncia, y las convocamos a una Apostasía Colectiva Latinoamericana el próximo 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos.
Aprovechamos la ocasión para solicitarle a la Legislatura que se retiren los símbolos religiosos de escuelas, hospitales, juzgados y comisarías de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Muchas gracias.
Muchas gracias.
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